miércoles, 12 de agosto de 2015

"Bloody Mary", María I Tudor

El Retrato de la reina María Tudor por Antonio Moro (1554).



Pasaron los años y tras haber vivido repudiada por su padre, en 1553  tras la muerte de Eduardo VI, María Tudor fue coronada Reina de Inglaterra a la edad de 37 años. Aquella princesa poco agraciada de la que nadie se había preocupado por casar, se convierte de repente en una gran oportunidad estratégica ante algunos de los más poderosos monarcas europeos. Para la nueva reina el objetivo es contraer matrimonio y procrear un heredero lo antes posible para evitar el acceso al trono de su hermanastra la protestante Isabel (quien todavía era su sucesora según las condiciones del testamento de Enrique VIII). María I rechazó la proposición de Eduardo Courtenay, conde de Devon, ya que tenía las perspectivas de casarse con el entonces príncipe Felipe de España, hijo de su primo Carlos V, el futuro Felipe II de España 11 años menor que ella y viudo desde hacía poco. Parece que tras haber visto el cuadro de cuerpo entero pintado por Tiziano, María declaró haberse enamorado de él. María I disfrutó siempre de una tremenda popularidad entre sus súbditos, especialmente entre la población católica, debida al duro trato que recibió en su juventud. No obstante, su matrimonio con Felipe II no fue bien aceptado. En el contrato de matrimonio se especificaba claramente que Inglaterra no se vería envuelta en las guerras que España emprendiera. Para saber más.

En 1554 Felipe II llegó a Inglaterra acompañado por el duque de Alba y Ruy Gomes da Silva. La ceremonia religiosa se celebró el 25 de julio en la catedral de Winchester. Boda ventajosa para restaurar el predominio imperial sobre la Europa occidental y que permitiría  a Carlos I poner en práctica su tan ansiada abdicación. María I se enamoró perdidamente de Felipe y ansiaba darle un hijo. A los tres meses de matrimonio, María creyó estar embarazada. Cuando en Londres se extendieron los rumores del nacimiento del niño, empezaron las procesiones en agradecimiento por toda la ciudad. Su abdomen aumentó de volumen, pero el parto no llegó. La propia reina se manifestaba así: “Una criatura se ha movido en mi seno”. No tenía menstruación, mostraba el vientre hinchado y sufría mareos. Se anunció el parto para el mes de abril de 1555. Sobrepasado el tiempo del embarazo, los médicos se rindieron ante la evidencia para atribuir el abultamiento del vientre de la reina a una hidropesía, una vulgar retención de líquidos. Se dice que Giovanni Michieli, el embajador veneciano, dijo: "el embarazo terminará en vientos más que en cualquier otra cosa".

Ruy Gómez de Silva, el secretario imperial, escribió al emperador Carlos V: “Aunque su vientre abulta tanto como el de Gutiérrez López, todavía sigo en mis dudas de que esté encinta”.

Era evidente que Felipe II había aceptado su matrimonio como un deber penoso para obedecer a su padre y cumplir la misión de engendrar un heredero. El segundo encuentro de los esposos será breve. En diciembre de ese año, se avisa al Rey del nuevo estado de gestación de su esposa que cuenta ya 42 años. La historia se repite y la hinchazón del vientre de la reina acaba teniendo como causa otra hidropesía.

Durante su vida la reina sufriría dos falsos embarazos, de los que se especuló que podrían ser a causa de la tensión padecida por la responsabilidad y las dificultades de su reinado, pero lo cierto es que empezó a sufrir galactorrea (secreción de leche) y trastornos de visión, lo que ha permitido sospechar de algún trastorno hormonal, debido a un tumor de la glándula hipofisaria. La situación en la que una mujer parece estar en cinta, pierde la menstruación (amenorrea), aumenta el perímetro abdominal, para volver a la normalidad sin parto, es extremadamente rara y se conoce como pseudociesis o embarazo fantasma. Este proceso lo sufren algunas mujeres que tienen gran ansiedad y un gran deseo por tener descendencia.  Felipe II pasaba mucho tiempo en sus dominios europeos. Mientras su mujer permanecía sola en Inglaterra, combatiendo y condenando a la hoguera a protestantes, aconsejada por el obispo fanático católico Bonner, quien le aseguraba que el no quedarse embarazada era un castigo divino debido a su falta de decisión contra los herejes.  

María I de Inglaterra fue conocida como "Bloody Mary" por sus persecuciones sangrientas a protestantes. Desde enero de 1555 hasta pocos días antes de su muerte había llevado a la hoguera a 283 protestantes, aparte de los que murieron en prisión y tuvieron que exiliarse.

Desesperada por la ausencia de su marido, por su deseo de dar a luz un hijo y por un amor no correspondido, María I estaba cada vez más enferma. En marzo de 1557, Felipe volvió a su lado pero sólo para pedirle hombres y dinero para la guerra contra Francia. Tras cuatro meses de estancia, y conseguida la ayuda inglesa, el rey regresó a Flandes. María le despidió entre besos, lágrimas y abrazos haciéndole prometer un pronto regreso. De aquella escena desgarradora nació una canción popular inglesa que dice: “Gentle Prince of Spain / Come, oh, come again…”. Para saber más sobre la canción popular.

Nunca regresó el rey. Lo que no hizo más que incrementar la desesperación de la reina que envió emisarios a Felipe pocas semanas después para anunciarse un nuevo embarazo. Felipe que no lo podía creer, envió al duque de Feria para verificarlo. Este desmintió el rumor y atribuyó esta mentira a la desesperación y enfermedad de la reina. Su malestar siguió empeorándose hasta que Felipe, unas semanas antes de su muerte, envió a un sacerdote para asegurarse de que la reina nombrara a su hermana Isabel como heredera; Felipe pensaba en la posibilidad de casarse con ella. María que pensaba que su marido llegaría detrás del sacerdote, se mejoró unos días. Pero, cuando se dio cuenta que se había equivocado, la depresión empezó a afectar gravemente su salud que fue declinando hasta que falleció sin dejar sucesión en la madrugada del 17 de noviembre de 1558 en el Palacio de St. James a consecuencia posiblemente de un quiste ovárico o de un cáncer uterino. En su testamento solicitó ser enterrada al lado de su madre, pero su petición fue denegada, por lo que fue enterrada en la Abadía de Westminster. Isabel I  y su hermanastra María Tudor ambas hijas de Enrique VIII reposan en esta abadía, en la misma capilla, por cierto, reposan también los restos de María Estuardo, prima de ambas y decapitada por orden de Isabel I. Es curioso que sus tumbas se encuentran dentro de la misma cripta dentro de la Abadía, donde puede leerse la siguiente inscripción: 

"Compañeras ambas en el trono y en la tumba, aquí descansamos dos hermanas, en la esperanza de la Resurrección". 

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