miércoles, 23 de septiembre de 2015

El tesoro de Cortés y los Piratas del Caribe




El cine de aventuras suele ir de la mano de la historia y la literatura. Se sabe que el cine muchas veces manipula la historia a su antojo. Guiones para películas espectaculares, donde los protagonistas son ficticios o donde la realidad no se asemeja a los hechos ni por asomo. La búsqueda de un objeto o tesoro se suele convertir en el eje de la trama. Ejemplos hay miles. Una de la películas de aventuras más taquilleras de los últimos años, Los piratas del Caribe: La maldición de la perla negra, habla de un conjuro sobre la tripulación de la Perla Negra. Un conjuro que los condena a vivir eternamente y a transformarse cada noche en esqueletos vivientes. El conjuro sólo puede romperse si devuelven una pieza de oro azteca (tesoro de Cortés) y saldan una deuda de sangre.
 
El dialogo del capitán Barbosa y la Stra. Turner en la película:

"Esto es oro azteca, una de las 882 piezas idénticas que le entregaron a Cortés en un arca de piedra. Monedas manchadas de sangre destinadas a detener la matanza que infringía con sus ejércitos. Pero la codicia de Cortes era insaciable, y así los dioses paganos echaron sobre el oro una terrible maldición. Cualquier mortal que sacara una sola pieza del arca de piedra seria castigado para toda la eternidad."
¿Qué hay de cierto sobre la maldición del oro de Cortés mencionado en la película?

Constatado nada. Ya se sabe, es un guión de película de aventuras. El tesoro de Moctezuma que Cortés y sus hombres tan ansiosamente buscaban, si hacemos caso de las crónicas que narran el descubrimiento de América, nunca fue hallado. Cortés sin embargo si recibió presentes y motines de guerra tras sus conquistas.

Si se tiene constancia de la primera "gran acción pirata" registrada en 1521, cuando Jean Florín se apoderó, cerca de las islas Azores, del llamado "tesoro azteca de Moctezuma", enviado por Hernán Cortés desde México hacia España. Jean Florín era corsario del armador y pirata Jean d’Ango, que a su vez rendía cuentas ante el rey de Francia Francisco I. 


A la altura del Cabo de San Vicente atacó a tres carabelas que transportaban el llamado Tesoro de Moctezuma. Se trataba del quinto del rey (tributo real en el botín de guerra) reunido tras la batalla de Otumba: 44979 pesos de oro, 3689 pesos de oro bajo, 35 marcos, 5 onzas de plata (8139kg), rodelas, máscaras, collares, brazaletes, vasos, jade, perlas, huesos de "gigantes" (posibles restos arqueológicos), tres jaguares vivos y varias aves. Dicho tesoro se embarca en tres pequeñas carabelas bajo la responsabilidad de los capitanes Alonso Dávila y Antonio de Quiñones, que zarpan de San Juan de Ulúa rumbo a España haciendo escala en las islas Azores. Es cierto que el famoso tesoro de los aztecas parece maldito desde que lo embarcaron: Alderete, tesorero de Cortés, enferma y muere en la travesía y los jaguares se liberan y atacan a los marineros, teniendo que ser sacrificados. Antonio de Quiñones es asesinado al tomar tierra en la isla Terceira. Es entonces cuando se estima oportuno mantener la vigilancia sobre las carabelas del tesoro debido a la guerra con Francia y la presencia alarmante de corsarios en la zona. Este acto se incluye dentro de la política del rey de Francia, Francisco I, de hostigamiento a la navegación intercontinental al haber quedado fuera del reparto de América por el Papa Alejandro VI. 

El emperador Carlos V estaba ansioso por disponer del tesoro para financiar sus campañas, por ello, en vez de fortalecer y asegurar la flota refugiada en Azores, ordenó que ambas flotas pusieran rumbo a Sanlúcar de Barrameda cuanto antes. A diez leguas del Cabo San Vicente, se avista una flota corsaria compuesta por seis naves de entre 100 y 40 toneladas. La nao y el bergantín escolta se enfrentan a los franceses, pero la carabela evita el combate y se da a la fuga, permitiendo a los franceses saltar sobre el tesoro. Domingo de Amilibia es herido atrozmente, perdiendo dos brazos y a su hijo, y hecho prisionero tras la encarnizada batalla junto a Alonso Dávila. Jean Fleaury, o "Florín" como lo conocerían las crónicas en el futuro, acaba de firmar su sentencia de muerte a la vez que su nombre en letras de oro en los anales de la piratería. Lo que costó mares de sangre y sudor para los conquistadores españoles y el pueblo Azteca pasó de un plumazo a las arcas de un corsario con suerte. El botín más grande capturado en el mar en época alguna supuso el pistoletazo de salida para una nueva era de saqueo y fortunas a costa del imperio más poderoso de la tierra.


Para Saber más

Batalla de Otumba: (Grandes Batallas)


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